Nathanael Sivera Mollá | Podólogo | 29/01/2021
El calzado infantil supone un elemento importante para el correcto desarrollo biomecánico de un niño. Tristemente hoy en día la mayoría de los padres no tiene claro que características debe tener un calzado infantil para cumplir con su objetivo.
No es que se culpa suya, pues realmente están a merced de las casas comerciales y su publicidad, quienes priman los objetivos de ventas por encima de todo.
Se debe tener en cuenta que el pie de un niño no es una miniatura del del adulto. El pie de un niño es un pie en desarrollo, faltan huesos por formar, músculos que tonificar… si subimos por todo el miembro inferior hasta la cadera, observaremos que los huesos ni siquiera están colocados en la misma posición que en los adultos por lo que los movimientos que un niño será capaz de hacer serán distintos a los de un adulto.
El zapato ideal para un niño es aquel que permite el desarrollo del pie de forma semejante al que tendría si no hubiera calzado.
Teniendo en cuenta los aspectos a desarrollar por el niño elegiremos un calzado con las siguientes características:
Suela: Debe ser, en primer lugar, flexible. La fuerza muscular de un niño es menor que la de un adulto y, por tanto, el zapato debe poder arrugarse fácilmente para que el niño pueda hacer el gesto del paso. A esto también ayuda el quebrante de puntera, una angulación de la misma hacia arriba que facilita al niño el gesto.
Trasera: La trasera es la parte del zapato que cubre el talón. En verano, si usa chanclas, debemos elegir algunas con ajuste en el talón, por ejemplo, con una cincha. No dejar nunca el talón al aire usando, por ejemplo, chanclas de dedo. En zapato cerrado, esta parte debe ser mas blandita cuanto mas pequeño es el infante.
Empeine: Alto y con un sistema de ajuste (cordones, velcro, hebilla…). Si el zapato lleva lengüeta distribuirá mejor las presiones del empeine.
Puntera: Cuadrada o redondeada y alta para dejar espacio a los dedos del niño.
Achura y longitud: lógicamente, la parte más alta del calzado debe coincidir con las más ancha del pie del niño, debe sobrar 1cm- 1’5 cm de longitud y debemos asegurarnos de que en el interior no hay costuras ni elementos que puedan provocar rozaduras.
Por último, sería recomendable comprobar que el zapato es lo más recto posible. Esto lo comprobamos dándole la vuelta al zapato y mirando la suela. En la mayoría del calzado de niños se aprecia una angulación hacia dentro de la punta y debemos evitarla cuanto sea posible.
Ante todo, debemos tener en cuenta que estas son unas medidas generales. Cada desarrollo del aparato locomotor tiene sus particularidades y la mejor manera de comprobar si el calzado de tu hijo o hija es el correcto es preguntando a tu podólogo de confianza.